En estos días de confinamiento (y no de cuarentena como muchos ‘periodistas’ intentan definir nuestro estado debido a la pandemia de Coronavirus) reconozco que hay momentos que la mente intenta escapar por la ventana. Son muchas horas encerrado en casa y son muchas horas a las que hay que entretener este cerebro (en ocasiones) inquieto.
Esas veces en que mi mente intenta liberarse de esta forzada prisión, intento comprender el comportamiento que estamos teniendo respecto a la endiablada pandemia.
¿Realmente somos conscientes de lo que estamos viviendo?
Cuando nos quedamos en casa para evitar contagiarnos, ¿lo estamos haciendo por nosotros o por los demás? Me refiero a ese grupo denominado ‘de riesgo’ que teóricamente son más propensos a fallecer a causa de esta nueva enfermedad. Cuando toda esa gente sale a sus balcones a aplaudir y animar al sector sanitario a las ocho de la tarde, ¿realmente lo hace por eso o para animarse ellos mismos? ¿Cuánto de espontáneo ha sido esta reciente tradición? ¿Cuándo pase todo esto continuaremos aplaudiendo o se olvidará todo esto… y que les den? ¿Realmente somos empáticos, indiferentes o simplemente ‘seguimos’ al primero igual que un rebaño de ovejas?
¿Cuándo pase todo esto continuaremos aplaudiendo o se olvidará todo esto… y que les den?
He de reconocer que estos pensamientos no aparecen de la nada, anteayer vi por quincuagésima sexta vez Blade Runner (1982), la buena, la primera. El libro, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) no lo he leído. Llevo años intentando pillar una edición lo más parecida a la original. No puedo con esa edición que tiene en portada el título “Blade Runner”. Me parece una ordinariez y una falta de respeto cuando poco tienen que ver el libro y el film. La película, en cambio, sí que la tengo, además es la versión de coleccionista en DVD que incluye el montaje del director. Si en lugar de ser DVD fuera VHS hace tiempo que se habría estropeado de tanto ponerla. Reconozco que me gusta mucho y la otra tarde -tarde de lluvia, por cierto- fue el momento perfecto para darle otro repaso.
Pues mis pensamientos tienen su origen al recordar la máquina que se usaba en el test Voight-Kampff, también llamado test de la empatía. La máquina analiza las variaciones en distintas funciones corporales cuando el sujeto escucha y responde a preguntas que le realizan. Básicamente el Replicante es incapaz de sentir empatía y este hecho los delata.
¿Cuántos de los que salimos a las ocho de la tarde a aplaudir pasaríamos el test Voight-Kampff? Aunque creo también que recibiendo una actualización este ‘problemilla’ se solucionaría.