Yo me gano la vida como desarrollador de software, y debido a esto, trabajo con varios sistemas operativos a la vez, aunque de todos ellos, Windows lo intento usar lo menos posible. Esto ya lo explicaré en otra entrada.
MacOS me gusta mucho: me resulta muy fácil y cómodo trabajar con él, además, poder usar el terminal con una Shell tipo Unix es para mi imprescindible. Luego está eso de encender el equipo por la mañana y tener la seguridad de que va a funcionar como el primer día, es algo por lo que vale la pena pagar. Por el contrario, debido a los precios en los que se mueve Apple, no me es posible tener un equipo demasiado potente. Para eso tengo que tirar de PC con GNU-Linux, el otro sistema que uso a diario. No es tan cómodo como Mac, tampoco es tan estable, pero me permite tener un equipo muy potente con el que trabajar a diario. También me ofrece algo que para mi es muy importante, aunque entiendo que para la mayoría de los mortales no lo sea tanto.
GNU-Linux es un software libre, que no gratis. Esto quiere decir que tienes total libertad para acceder a su código fuente, modificarlo y distribuirlo. Y digo que no es gratis porque yo puedo modificar un software libre y vendertelo a ti, querido lector, sin ningún problema. De hecho, para Red Hat o Canonical esa es parte de sus ingresos.
Para un usuario normal […] tener acceso al código de su sistema operativo quizá no le sea relevante.
Para mi, tener acceso al código fuente de mi sistema operativo me da, por un lado, la seguridad de que no hay nadie vigilando, almacenando o vendiendo mis datos. Y por otro lado, la capacidad de tener un sistema ajustado a lo que necesito. ¿Y por qué tengo esa seguridad? Primero, por lo que apunto: tengo acceso al código de mi sistema. Y segundo: porque hay miles de personas a lo largo del mundo colaborando, incorporando código, revisando y testeando. No estoy hablando de una empresa, con sus legítimos intereses, la que esté creando y manteniendo únicamente un sistema operativo y limitando el acceso a éste. Existe una comunidad que colabora con el sistema.
Por supuesto que hay empresas que también están, como Intel, Red Hat o IBM, pero todo lo que ellos hacen está verificado y controlado por la comunidad. Además, legalmente estas empresas no pueden incorporar código cerrado al que no se pudiera acceder. Eso no quita que se pueda usar software privativo conjuntamente con software libre, pero legalmente no se puede distribuir de esa forma. Otro día hablaré de todas las formas o licencias de software libre que existe.
Otra ventaja de tener acceso al código fuente de nuestro software es el de poder aprender. Es como tener un libro con multitud de recetas de cocina. Podrás hacer en tu cocina tus propios platos que, al principio, estarán repugnantes pero con mucha practica podrás conseguir hacer comidas decentes. Para esto es igual. Poder aprender de los mejores copiando su forma de trabajar y así desarrollar nuestro propio software.
Para un usuario normal que usa su equipo para tareas de ofimática, navegar por internet, usar algún programa de contabilidad, CAD, etc., tener acceso al código de su sistema operativo quizá no le sea relevante. Además de que no tiene porqué tener el conocimiento necesario para poder acceder a él, entenderlo, modificarlo y compilarlo; aunque existe infinidad de tutoriales, cursos y webs que enseñan todo el proceso.
Hace algunos años, yo tenía un pc con el que tenía problemas por culpa de la placa base. Montaba un Pentium II (fíjese si hace años) con una tarjeta gráfica S3 Savage 3D. Era una gráfica de gama media-baja pero me servía para poner algún que otro juego. El problema estaba en que en juegos ‘pesados’ gráficamente, se bloqueaban. Esta gráfica usaba el puerto AGP en modo x2 y, por alguna razón, la placa base petaba en ese modo. La placa base soportaba AGP x2 pero algo hacía que se bloqueara. Y, ¿por qué sabía que ese era el problema? Pues porque cierto día me dio por trastear con el Kernel de Linux. Modifiqué el código fuente del controlador AGP del Kernel para forzarlo a que usara el modo x1, lo compilé y los juegos funcionaban sin problemas. En cambio, usando el código original con el que automáticamente usaba la versión más rápida, causaba el bloqueo del sistema.

En Windows, donde tenía la mayoría de juegos, no podía hacerlo. No existía ninguna opción para poder forzar el modo x1 de AGP, y por supuesto tampoco tenía acceso al código fuente del controlador de la placa para forzarlo. Por eso, durante algunos años, sólo pude disfrutar de los juegos desde GNU-Linux. Aunque gracias a ello me hice un usuario, sino experto, aventajado. Precisamente pasado unos años conseguí un programa para Windows que era capaz de forzar un determinado modo de AGP, con el que conseguí poder jugar desde Windows. Era super-facil hacerlo, un simple checkbox y un botón aceptar, pero perdía esa magia que tenía cuando lo hice desde Linux.
Por aquel entonces usaba Slackware, aunque con el paso del tiempo dejé de usarlo a favor de OpenSuse y de Fedora. Siento que Slackware esté casi abandonado porque gracias a él aprendí mucho del mundo GNU-Linux y del Free software.